26 julio 2011

Noruega: terrorismo y ultraderecha

Foto: EFE


Se dice que en Europa la dicotomía ya no se da entre izquierda y derecha sino entre nacionalistas y partidarios de la globalización. Están quienes promueven el multiculturalismo y quienes se sienten menoscabados en sus derechos por la presencia de los ajenos, los extraños que tienen otro color de piel y otras costumbres. El discurso xenófobo ha tomado fuerza recientemente en medio de la crisis económica que viven varios países del viejo continente.

Noruega se considera el país más democrático del mundo y el más pacífico. Nadie estaba preparado para lo ocurrido el pasado 22 de julio, cuando, primero, una explosión devastó las oficinas del gobierno en el centro de Oslo, incluyendo la del Primer Ministro, y poco depués se inició una horrenda masacre en un campamento juvenil desarrollado por el partido laborista, de corte socialdemócrata. A quienes estamos acostumbrados a vivir en medios más violentos, nos sorprende lo indefensos que se encontraban estos jóvenes -considerados de "cultura marxista" por el atacante-, teniendo, quien hoy se señala como responsable, tiempo y oportunidad para recorrerla disparando por todas partes.

Anders Breivik, autor confeso de los crímenes, asegura que estos eran crueles pero necesarios. Su abogado habla ya de enfermedad mental y su padre indica que habría preferido que su hijo tomara su propia vida en lugar de la de tanta gente. El verdadero estado de salud mental de este hombre sólo podrá ser determinado dentro del proceso a través de las pericias, pero sus ideas no salieron de la nada: Breivik fue durante muchos años un prolífico participante de blogs y foros cristianos y de extrema derecha, anti islamistas y anti marxistas. Hace poco se hizo público un manifiesto de su autoría escrito en inglés, con más de 1500 páginas, en el que ampliamente se explican sus fundamentos ideológicos, con consideraciones que no son raras sino más bien la nota común en los foros y blogs que el sujeto frecuentaba y haciéndose eco de ideológos y políticos conocidos en Noruega.

Foto: Getty Images, Jeff J Mitchell
Cierto es que el extremismo y la violencia no son patrimonio exclusivo de ninguna ideología, así como el fundamentalismo puede aparecer en cualquier religión. Si después del 11 de septiembre estadounidense el terrorismo se convirtió prácticamente en un sinónimo de guerra santa islámica, lo ocurrido en Utoya nos muestra lo que aparentemente es una reacción a la penetración del Islam en occidente. Cuando inicialmente un grupo yihadista se atribuyó los hechos trágicos en el doble atentado de Oslo, a nadie le sorprendió tanto como cuando se dio a conocer la verdad: era uno de los suyos, un hombre blanco, nórdico, y cristiano aunque los religiosos digan que no se trata de un "verdadero" cristiano.

El odio también se combate con educación. El pueblo noruego es democrático y pacífico porque es un pueblo culto, con un sistema de educación pública bien organizado. Y por eso es posible escuchar discursos como el de Jens Stoltenberg, que ofrece más democracia y más humanidad a cambio de la violencia. No persecuciones a los de piel más oscura o reformas anti garantistas en las leyes. Por eso también es posible que el investigado llegue a ir a una de las cárceles más progresistas del mundo -aunque a muchos les parezca que no lo merece-. Es por eso que hemos sido testigos de una reacción serena, ordenada y cuerda, aunque llena de emoción, por parte de los ciudadanos del país nórdico. Podemos seguir viendo al pueblo noruego como un modelo de convivencia, valores comunitarios y políticas sociales efectivas que no sólo han desembocado en un gran nivel de vida para los suyos, sino en una reivindicación de los aspectos nobles de la condición humana.