17 julio 2013

Docencia y pensamiento escéptico



Michio Kaku ha dicho que todos los niños tienen potencial para hacer ciencia pero pierden la curiosidad propia de la mente científica como resultado de la escolarización. Seguramente por eso muchas personas que emprenden carreras académicas y científicas deben hacer grandes esfuerzos para recuperar una serie de destrezas que en realidad son naturales en los seres humanos.

Richard Dawkins ha procurado explicar el surgimiento y la utilidad de la religión desde un punto de vista evolutivo y ha buscado mostrar la fuerza de la necesidad humana de contar con una explicación para los fenómenos, aunque ésta no sea del todo racional. Sin embargo esta tendencia que acepta las explicaciones más inmediatas sin hacer indagaciones muy profundas es incompatible con la actividad científica que más bien se compone de una serie de ejercicios de desmitificación, buscando siempre la verdad más precisa a través de una serie de experimentos que ponen a prueba continuamente aquello que en cada tiempo se considera cierto. Para Dawkins, la religión es una suerte de efecto colateral de una característica humana que fue útil en algún momento del proceso evolutivo: los niños necesitan creer lo que los adultos les dicen, para sobrevivir. La acumulación de experiencia y la transmisión de los conocimientos entre generaciones es un mecanismo más práctico que si cada individuo tuviera que experimentar por sí mismo las consecuencias negativas de cada acción. Es útil ser crédulo, pero al mismo tiempo y paradójicamente, la candidez nos aleja del conocimiento.

El pensamiento escéptico y el pensamiento crítico son por excelencia las formas de pensamiento adecuadas para el quehacer científico. Carl Sagan, recordado siempre por su dedicación a la difusión científica, publicó, entre tantas obras, una llamada "The demon-haunted world" (traducida al español como "El mundo y sus demonios), dedicada a la reflexión sobre el escepticismo y el pensamiento libre. En este libro encontramos varias herramientas del pensamiento escéptico, por ejemplo:
  • Siempre que sea posible tiene que haber una confirmación independiente de los hechos.
  • Los argumentos de autoridad tienen poco peso: las «autoridades» han cometido errores en el pasado. Los volverán a cometer en el futuro. Quizá una manera mejor de decirlo es que en la ciencia no hay autoridades; como máximo, hay expertos.
  • Intente no comprometerse en exceso con una hipótesis porque es la suya. Se trata sólo de una estación en el camino de búsqueda del conocimiento. Pregúntese por qué le gusta la idea. Compárela con justicia con las alternativas. Vea si puede encontrar motivos para rechazarla. Si no, lo harán otros.
  • Cuantifique. Si lo que explica, sea lo que sea, tiene alguna medida, alguna cantidad numérica relacionada, será mucho más capaz de discriminar entre hipótesis en competencia. 
  • Si hay una cadena de argumentación, deben funcionar todos los eslabones de la cadena (incluyendo la premisa), no sólo la mayoría.
  • El rasero de Occam. Esta conveniente regla empírica nos induce, cuando nos enfrentamos a dos hipótesis que explican datos igualmente buenos, a elegir la más simple.
  • Pregúntese siempre si la hipótesis, al menos en principio, puede ser falsificada. Las proposiciones que no pueden comprobarse ni demostrarse falsas, no valen mucho. 
Quienes realizamos actividades docentes debemos tener siempre en cuenta las exigencias que el futuro proyecta para nuestros alumnos, no solamente desde una perspectiva laboral y de trabajo, sino también desde el punto de vista de las aspiraciones académicas y la educación continua. Ya hay anuncios en Ecuador sobre una progresiva mejoría de la calidad de la educación a través de regulaciones que tienen como fin optimizar el nivel académico de estudiantes, docentes e instituciones de educación superior. Estas proyecciones, que incorporan a la investigación como un mecanismo nuclear para el mejoramiento, suponen también un cambio en la forma como tradicionalmente se ha hecho academia en el país.

Entre los múltiples compromisos que la actividad docente implica, no cabe duda que uno de los más importantes es el de introducir a los estudiantes a la lógica del pensamiento escéptico. Aprender a reconocer un argumento falaz es una destreza indispensable para la mente que va a descubrir el mundo a través del aprendizaje. Y esta capacidad debe ser complementada con el hábito de pensar críticamente, es decir, de evaluar y cuestionar todo lo que la sociedad, los mayores, los amigos y los propios profesores dan por hecho o aceptan como verdadero. El estudiante debe aprender a no enamorarse de ninguna hipótesis y debe estar siempre listo a ver caer a las falacias incluso si algunas de ellas forman parte de sus convicciones más íntimas.