01 octubre 2012

La educación como proceso


Tengo apenas cinco años de experiencia como docente en la universidad, un posgrado en dicha especialidad, y algunos cursos de capacitación que me han dejado inolvidables lecciones. Una de ellas, quizá la más importante, es que en educación hay que prestarles mucha atención a los procesos, pero la mayoría de docentes están (y yo también lo he estado) obsesionados con los resultados.



Alguna vez, en un taller de capacitación, proyectaron un vídeo del Circo del Sol. En él se veía el entrenamiento de los acróbatas desde que eran niños, empezando con ejercicios simples que se iban volviendo un poco más complejos cada vez. Pero nunca en el vídeo aparecieron los espectáculos finales, sólo los ensayos. La lección resultaba evidente: nada se puede conseguir sin un camino recorrido previamente, con lentitud, paciencia y progresividad.

Cuando yo era estudiante, y me consta que sigue ocurriendo, tenía profesores cuya metodología de evaluación se reducía a tomar un par de pruebas de conocimientos durante todo el período lectivo. En muchas de ellas se preguntaba sobre algún detalle perdido en algún pie de página, o una idea secundaria de un texto, o un comentario que en algún momento hizo el profesor durante la clase magistral. En mi opinión estas metodologías colocan al estudiante en una posición en la que en lugar de aprender a dominar una determinada competencia, a pensar con cierta lógica o a aplicar un conjunto de principios, no le queda ma´s remedio que luchar por retener en la memoria la cantidad de texto necesaria para alcanzar la calificación requerida. Texto que al cabo de poco tiempo caerá en el olvido.

Por esta razón, y aunque es cierto que me toma más tiempo y esfuerzo como profesora, siempre les doy a los estudiantes la oportunidad de enviarme borradores de sus tareas antes de la fecha de entrega definitiva. De esa forma, los más diligentes, que empiezan temprano a desarrollar sus trabajos, mantienen intercambio de correspondencia conmigo durante algunos días durante los cuales se van dando cuenta de cómo pueden mejorar lo que están haciendo, vuelven al escritorio, reflexionan más y obtienen nuevas conclusiones. Entonces sí, el resultado adquiere algún sentido.

Con las pruebas escritas procedo casi igual. En las clases hacemos ejercicios de aplicación de los conceptos y en los días previos al examen, un "simulacro" del mismo, para que los chicos entiendan qué es lo que se les pide, cómo deben prepararse y qué capacidades se consideran las más importantes dentro del curso.

Durante este ciclo académico, como nunca, he tenido una sorprendente respuesta por parte de los alumnos, que han enviado masivamente sus borradores para revisión. Cierto es que a veces, tras algunas horas de trabajar en el chequeo de los borradores, me pregunto si no habría sido más fácil simplemente tomarles una prueba "sorpresa", de una sola pregunta, que yo podría revisar en cinco minutos. Y por razones como esta encuentro totalmente lógico y necesario, el rol del docente a tiempo completo.  Es necesario contar con personas que se dediquen de lleno a investigar, aprender, enseñar y a explorar los mejores caminos para hacerlo.