09 julio 2012

Ser mamá y trabajar


Hace casi diez meses me convertí en mamá y la vida cambió para siempre. Desde entonces, entre descubrimientos y tropiezos he pensado mucho en escribir sobre estas sorprendentes experiencias, pero con el trabajo y el cuidado del bebé, poco tiempo queda para un nuevo blog. Así que, gracias a la idea de @psimont quien tiene un hermoso blog de apuntes maternos, opté por crear una nueva sección en Lunas Azules. Como todo lo humano, la maternidad y la paternidad también están cargadas de ideología.

Hay muchas cosas sobre las que quisiera escribir, por ejemplo: los nuevos roles de los varones como padres, que antes (¿todavía?) se consideraban reservados únicamente a las mujeres, la lucha por criar un niño sin religión en una sociedad católica o a un niño feminista en una sociedad machista... pero una sola entrada es muy poco para tantos temas complejos. Por ahora me ocuparé de algunos aspectos de la vida como mamá que trabaja a tiempo completo, y pronto, en un nuevo post, mencionaré un par de herramientas que pueden hacernos la vida más fácil a las que a veces nos tenemos que multiplicar por cinco para cubrir todo lo que hay que hacer.

Más allá de que se crea que los varones son incapaces de llevar un hogar y criar a un niño con ternura y afecto (mito machista), y de que todavía en nuestro medio exista una abismal brecha de género en el escenario laboral, también es cierto que hoy en día son pocas las mamás que pueden darse el lujo de escoger libremente quedarse en casa para dedicarse a su hijo, pues las necesidades económicas apremian y por lo general ambos padres deben trabajar.

Mi marido y yo analizamos mucho la situación y concluimos que en nuestra circunstancia, lo más adecuado sería que yo continúe trabajando y que él redujera sus horas fuera de casa para poder cuidar a nuestro Adrian, al menos por las tardes (de las aventuras de Svein como papá, escribiré en otros posts). Como nos resultaba un poco ilógica la idea de tener un bebé para luego encargar su crianza a extraños -por profesionales que puedan ser en las guarderías, no dejan de ser extraños-, acudimos a la mano generosa de mi mamá, que se queda con el bebé por las mañanas. Así es como yo logro trabajar a tiempo completo en la Universidad, en donde cumplo roles de docente, de planificación académica y de investigación.

Debo reconocer que trabajar en la academia es una verdadera suerte y hasta un lujo, ya que los horarios no son tan esclavizantes y estrictos como los de las oficinas comunes, además de que muchas de las tareas propias de la docencia (calificar exámenes, leer ensayos, ingresar notas al sistema informático, etc.) se pueden hacer desde casa. A veces, sin embargo, la carga de trabajo se eleva inesperadamente y entre seminarios, cursos de actualización docente y proyectos, hay días en que llego a casa ya en la noche, muy fatigada, para ver a mi bebé sólo un ratito antes de que se duerma y luego aplicarme nuevamente al trabajo que queda por completar. Pero así y todo logré terminar mi tesis de maestría mientras estaba embarazada, y graduarme en estos días, con la presencia inspiradora de mi hijo.

Una vez, cuando Adrian tendría unos seis meses, tuve que ir a Quito por una semana, debido al trabajo. Compartí tiempo con varios docentes universitarios con buenos criterios profesionales y conocimientos profundos en sus respectivas ramas. Pero cuando mencioné el hecho de que era mi marido quien se había quedado a cargo del bebé y que yo estaba trabajando a tiempo completo desde que caducó mi licencia por maternidad, la reacción no fue diferente a la de otras personas de las que podría esperarse una mentalidad "más cerrada". La gente piensa que hay un algo exclusivamente femenino en la crianza, y no me refiero a cuestiones evidentes y de naturaleza biológica como la capacidad de amamantar, sino a cuestiones que en principio no admiten distinción lógica por razón del género, como el simple hecho de pasar tiempo con un bebé.

Para mí es importante -tal vez muy ambicioso- ser de alguna manera un modelo a seguir para las chicas que trabajan conmigo como estudiantes y colaboradoras. Mostrarles que pueden perseguir sus sueños profesionales, realizarse y sacar adelante a su familia. Mostrarles que los varones sí pueden (¡vaya que pueden!) hacer equipo con nosotras y asumir su rol de padres con un enfoque diferente al que tenían nuestros adustos y distantes abuelos. La pareja con la que a una le toca compartir la paternidad es, en suma, una cuestión crucial en el momento de definir cómo será la vida de una mujer luego de convertirse en madre.

En estos aspectos, mi hogar no es un hogar tradicional,  mi marido no es un papá tradicional, yo no soy una mamá tradicional y mi bebé seguramente no será un niño tradicional. Pero que sea lo que él quiera ser. Como dice la canción de Spinetta, "todas las hojas son del viento".