27 octubre 2012

Free Will de Sam Harris: Libre Albedrío, Ética y Derecho


Sam Harris ha dado mucho de qué hablar con obras como "Carta a una Nación Cristiana" y "El Final de la Fe", ambas críticas de la religión y defensoras del laicismo en un país mayoritariamente cristiano. En la obra de Harris, quien además es doctor en neurociencia, los principios éticos y la conducta moral deben estar informados por los descubrimientos científicos, cuyos métodos son los únicos que pueden conducir al establecimiento de la verdad, a la determinación de qué es lo óptimo para el bienestar humano (y de otros seres con algún grado de conciencia) y por lo tanto a la resolución de dilemas morales.
En su último libro "Libre Albedrío" (Free Will), Harris explora de una forma breve pero directa, la posibilidad científica de que el ser humano sea en verdad capaz de tomar decisiones propias. De acuerdo con los estudios neurológicos a los que se refiere la obra, no existe tal cosa como el libre albedrío: éste es una ilusión, nuestras voluntades están determinadas por causas bioquímicas de las cuales no somos responsables. Se cita, por ejemplo, el experimento de Benjamin Libet, de acuerdo con el cual, la actividad en el cerebro se detecta 300 milisegundos antes de que la persona sienta que ha tomado una decisión. En otro experimento, se les pidió a los sujetos que presionaran uno de dos botones mientras miraban un reloj que mostraba una secuencia de letras al azar. La decisión de presionar uno u otro botón dependía de la letra que fuera visible. Resultó que los sujetos presionaron los botones entre 7 y 10 segundos completos antes de que la decisión fuera conscientemente realizada. Los científicos pueden predecir con una precisión del 80% lo que una persona va a hacer, 700 milisegundos antes de efectivamente lo haga. En otras palabras, cada cosa que hacemos ha sido previamente "decidida" por nuestro cerebro.

Las implicaciones que estas afirmaciones tienen son de un enorme peso para el estudio de la conducta humana y de los valores. ¿Cómo podemos responsabilizar a alguien de las acciones de las que no es genuinamente autor? En el Derecho Penal, estas preguntas y sus respuestas podrían cambiar por completo nuestra visión de la Teoría del Delito, por ejemplo, y darle un nuevo giro a todos los estudios criminológicos sobre conducta desviada. La aparición de decisiones e intenciones es un proceso "fundamentalmente misterioso", en palabras del escritor. Los sistemas legales occidentales, por su parte, están basados en la idea central de que el hombre puede decidir y elegir su comportamiento. Si esto no es así, el fundamento ético del derecho a castigar queda severamente cuestionado.

Harris tiene el cuidado de subrayar, sin embargo, que no hay que confundir el determinismo con el fatalismo. El hecho de que nuestras decisiones dependan de causas neurobiológicas previas, no significa que no sean importantes o que no sean nuestras. Podemos hacer lo que decidamos hacer, aunque no podamos decidir qué es lo que vamos a decidir. El nivel de responsabilidad moral por los propios actos dependerá de en qué medida estos hayan estado determinados por circunstancias externas al agente. Se puede ser víctima de la propia biología en grados menores y mayores: no es igual la actuación criminal de quien padece un tumor cerebral en una zona crucial del cerebro, que el de una persona promedio que no ha sufrido un nivel importante de abuso en su niñez, por ejemplo.

A mi criterio, una de las lecciones importantes que nos deja Harris a quienes de una u otra manera estudiamos la conducta humana es que los castigos no constituyen soluciones para frenar o remediar lo que la sociedad ha etiquetado como conducta desviada. Debemos poner nuestros mayores esfuerzos en lo más importante: la prevención de los riesgos, la protección de las personas, la reparación a las víctimas y el mejoramiento de la sociedad como un todo, para garantizar en la mayor medida posible que las respuestas conductuales de los cerebros causen el menor daño posible a los demás miembros de la sociedad. La lógica del odio debe quedar atrás: muchos son como son porque, como dice Harris, han tenido muy mala suerte. La lógica de la compasión puede tomar el lugar de la del desprecio, sin que esto signifique que debamos dejar de aplicar las medidas de seguridad necesarias.

Algo que la desaparición de la idea de libre albedrío no cambia, es la habilidad del ser humano de darle diferentes lecturas e interpretaciones a su propia vida. Los seres humanos siempre serán capaces de planificar el futuro, aunque sea dentro de los límites dibujados por la herencia biológica, el medio social, la situación económica y, en fin, la buena suerte. Harris considera que aceptar un mundo sin libre albedrío lo ha vuelto más compasivo y bondadoso que antes. Lo ha llevado a procurar evitar asumir que todas las personas han tenido la misma suerte que él. No tenemos derecho a sentirnos mejores o superiores por los frutos de nuestra buena suerte. No tenemos tampoco, por qué temer que un acontecimiento desagradable en nuestras vidas vaya a marcar el rumbo del destino. Todo puede cambiar y el aprendizaje de nuevas habilidades definitivamente puede transformar la vida de una persona.