Como les consta todos los años hemos sostenido nuestro festival en gran parte con la venta de cerveza. Hemos decidido este año no venderla por un principio político de liberación y por todos los problemas que nos traen los ebrios al concierto. Para poder lidiar con el inmenso gasto que significa el festival les pediremos una colaboración voluntaria a la entrada que nos permita pagar los gastos que financiábamos con la venta del pernicioso alcohol por eso: ¡TU CULLQUI YA NO ES ALCOHOL!.
Necesitamos que se inscriban como voluntarios para la seguridad de los accesos, que nuestro comportamiento sea irreprochable durante el evento, evitando en principio el consumo de alcohol que como es evidente es una de las herramientas de dominación que aún perduran desde la colonia. Como ustedes conocen nosotros evitamos la represión ante estos problemas sociales, pero les exigimos que como ha sido costumbre en el Quitu Raymi no exista ningún tipo de pelea.
El Quitu Raymi no es un festival, ni un concierto. Es un acto de insurgencia simbólica que cuestiona el festejo de una invasión, con métodos brutales y violentos. La invasión española a una ciudad milenaria. Mediante este proceso de cuestionamiento a los símbolos de la ciudad pretendemos descolonizar algunas áreas de nuestra vida, especialmente en el plano cultural.
Al no ser una serie de conciertos, necesitamos de la colaboración de todos y todas las que creen que éste es un proceso válido, de tal manera que podamos garantizarnos juntos la seguridad y el buen desarrollo del evento. Rompiendo así la idea, de que la seguridad es un acato de represión, y construyendo una seguridad de la que todos y todas somos responsables.
Pasando a lo que fue la esperada actuación de Comeback Kid, si bien habría querido ver más canciones, tocaron las más significativas. La actuación inició con False Idols Fall , cuando Andrew Neufeld irrumpió en el escenario proyectando una intensa energía y una incomparable presencia escénica que sólo puede deberse a un profundo amor por su profesión y a una incondicional entrega al público. Con una voz inagotable que saturaba el ambiente, y un cuerpo ágil que plasmaba la fuerza del hardcore punk, el vocalista demostró que no sólo es músico, sino un verdadero performer. No tengo palabras para explicar lo que sentí al escuchar los primeros acordes de Broadcasting , canción que se expresa contra el poder de dominación del "enemigo común", la televisión. En ese punto adelanté hasta las primeras filas, para ser testigo de una dinámica de espectáculo que nunca había visto en vivo: cada uno de los miembros de la banda entregado en cuerpo y alma a la actuación, elevándose altísimo con saltos raudos y ligeros, y una emotiva respuesta por parte de su público, que no era mayoría entre los asistentes, pero que definitivamente se identificaba con los constructivos mensajes de los canadienses. Our Distance y Falling Apart fueron otros temas que CBK regaló a los asistentes. El punto cúspide de la actuación definitivamente fue la última canción, Wake the Dead , un icono del hardcore de vanguardia, coreado con fuerza por los asistentes, mientras se alzaban puños que cortaban el aire al ritmo vertiginoso de la canción. Olvidé el mundo y sus penurias; la espera y la inseguridad, y por un momento, lo único que existía era el sonido, la imagen, y el movimiento. Después, gastar los ahorros en la adquisición de discos originales que sólo conocía por fotos y que no pensaba llegar a tener en las manos, físicamente. De instantes está hecha la felicidad, y al hardcore le debo muchos de esos eslabones.
Sólo me queda agradecer a los organizadores por incluir a una banda que sólo en mis sueños pensé ver en vivo; a Pablo por hacer de guía en el recorrido hasta el estadio -por cierto, de todas las actuaciones locales definitivamente destacó la de Entre Cenizas - y a Luiggy y mi hermano por compartir conmigo estos momentos divertidos y especiales.