26 septiembre 2008

Cuando se acaba el amor

soledad Un elemento constante en nuestro imaginario colectivo es la relación directa que establecemos entre la felicidad y la obtención de una pareja con quien compartir almohada, dinero e inquietudes. En principio, estas necesidades vienen determinadas por el instinto de conservación de la especie, que marca las directrices de la mayor parte de nuestras vidas y cuya elaboración a través de la historia, así como la introducción de conceptos de índole distinta, sobre todo económica, han dado lugar a la aparición de nociones como la de monogamia y otra quizá aún más inverosímil: la de "amor eterno". Tan ligadas se encuentran, en nuestro subconsciente, los conceptos de pareja y éxito; pareja y felicidad, que los fracasos amorosos suelen desencadenar catástrofes en la vida de los individuos, volviendo difícil el desarrollo normal del día a día.

Quizá el noviazgo como meta se encuentre más arraigado, por razones culturales, a la idiosincrasia de la mujer; pero no son pocos los varones que sufren una profunda desolación cuando una relación importante llega a su fin. La tristeza agobiante podría ser un síntoma de depresión: la gran epidemia de las sociedades modernas. En esos casos es conveniente buscar ayuda profesional, empezando por reconocer que algo no está bien -la mejor manera de identificar la depresión es evaluar si nuestra vida cotidiana ha sufrido alguna alteración mayor y si somos capaces de disfrutar las cosas que normalmente nos hacían felices-.

De cualquier manera, el ser humano tiene una gran aptitud de renovación que le permite volver a crear las condiciones necesarias para una vida equilibrada, incluso cuando se ha producido una pérdida grave, como el fallecimiento de un ser querido o el rompimiento con la pareja. En efecto, dejar de ver a quien se veía a diario, no contar con quien se contaba y no dormir más con quien se dormía, podría decirse que equivale a su muerte. Y habrá que sobrellevar el duelo.

Tal vez porque el último gran rompimiento en mi vida ocurrió hace un tiempo lo suficientemente largo como para mirar el pasado objetivamente, me atrevo a recopilar algunas sugerencias, basadas en lecturas y en la experiencia personal; tal vez sean de ayuda para quienes viven el difícil proceso de readaptación necesario para superar las separaciones:

  • Dice la sabiduría popular que los verdaderos amigos están ahí en las buenas y en las malas. Estas son las malas. Es momento de recurrir a las amistades y abusar de su tiempo y paciencia sin ningún reparo.
  • Válvula de escape terapéutico. Es muy útil encontrar una actividad que a un tiempo mantenga la mente ocupada y proporcione medios para liberar las emociones. Tocar guitarra, tomar clases de baile, hacer yoga, leer novelas... crear un blog. Todo terapeuta recomendará el ejercicio como una herramienta para crear bienestar.
  • Alejar sonidos y olores del pasado. Los recuerdos están especialmente conectados a los aromas y a la música. Habrá que desechar perfumes viejos y aislar de la lista de reproducción a la banda sonora completa de nuestra vida anterior. Cuando menos hasta que las heridas hayan cicarizado.
  • Eliminar datos e imágenes. En la era de las redes sociales es muy fácil que ese hi5 o Facebook se conviertan en el portal de los malos recuerdos. Quizá haya que pensar en eliminar perfiles, bloquear contactos en servicios de mensajería instantánea, comprimir y abandonar en algún rincón del disco duro las fotos de las últimas vacaciones, y borrar números celulares.
  • Evitar la ingesta de alcohol. Seamos realistas, también es parte de nuestra idiosincrasia el recurrir al licor bendito para que nos quite los pesares, pero: el alcohol es un neurodepresor que puede provocarnos embotamiento mental, confusión, ansiedad... sin contar con la resaca. Por otra parte bajo su influencia podríamos sabotear nuestra propia recuperación. Si no hemos tomado las precauciones de la viñeta anterior, es probable que terminemos marcando ese número o escribiendo ese mail.
  • No descuidar el aspecto personal. Arreglarse, vestirse bien, perfumarse, son cosas que suben el ánimo y afirman la seguridad en uno mismo. Un cambio de look con profesionales puede ser muy terapéutico y simbólico de un nuevo comienzo.
  • Un clavo no saca a otro clavo. La decisión de tener una vida en común con alguien presupone salud mental y equilibrio emocional. Una relación instalada al apuro con el solo objetivo de borrar el recuerdo de otra, está destinada al fracaso prematuro y por tanto, a ahondar aún más nuestra frustración.
  • No hay mal que dure cien años. Aunque resulte muy difícil proyectarse hacia el futuro mientras se vive una época de oscuridad, hay que recordar que todo pasa, y más tarde o más temprano, el dolor terminará por parecer sólo un mal sueño. No tiene ninguna utilidad preguntarse "¿qué habría pasado si..?". No se trata de pretender que algo nunca sucedió, pero sí de aceptar que ya sucedió y es parte de la historia.
  • Nuevamente, si la tristeza es demasiado profunda hasta el punto en que no permite trabajar con normalidad o realizar las actividades rutinarias, lo más recomendable es buscar ayuda profesional. El médico psiquiatra puede recetar las medicinas adecuadas y el psicólogo puede prestar la terapia necesaria para volver la vida a su cauce y aceptar con optimismo una nueva realidad.

Les invito a compartir sus comentarios sobre experiencias propias y más ideas para salir adelante.



Dedicado a Marco, que en poquito tiempo se ha ganado tanto cariño. Un abrazo y un beso de fuerza y energía, guapo. I'll be there.


_______________________________


Enlace:

Cómo superar una ruptura sentimental


_______________________________