29 noviembre 2007

La tragedia de un genio (primera parte).

La vida es una tragedia si se filma en primer plano, pero puede ser una comedia si la ves a distancia
-Charles Chaplin

La inteligencia es, indudablemente, un importante atributo del ser humano. Atributo; es decir, cualidad, aptitud, capacidad. Por tanto, la inteligencia es, o debería ser, útil para quien la posee. No obstante, la historia está poblada por un numeroso grupo de figuras trascendentes cuyos geniales aportes para la humanidad han sido tan grandes como la desdicha que ha gobernado sus vidas. ¿Fue su excepcional capacidad insuficiente para resolver sus dilemas, o fue justamente la causa de su desgracia?

Mozart, Nietzsche, Van Gogh, Kafka... son sólo algunos grandes nombres de hombres que soportaron un intenso sufrimiento. Esta serie de artículos quiere rendir homenaje a esas personas extraordinarias y extravagantes, con quienes el mundo no fue grato, pues a él entregaron mucho más de lo que pudieron recibir.

La anécdota histórica y la cultura popular suelen retratar a los genios como personas con poco sentido común, exagerada proclividad a la distracción y distorsionada sensibilidad emocional (recordemos clásicos del cine como El Profesor Chiflado, reinventada en los noventa por Robin Williams en Flubber). Muchas biografías nos presentan personas con rasgos que denotan trastornos de la personalidad, principalmente obsesivo-compulsivos.

Para introducirnos en el tema, es conveniente tratar de entender la naturaleza psíquica de los llamados genios. Esta palabra castellana tiene dos orígenes diferentes: el árabe (yinn) y el latín (genius). En el primer caso hace referencia a un ser fantástico de la mitología semítica, que puede o no ayudar a los seres humanos, según su talante (pensemos en la lámpara de Aladino), y ha sido incorporado a la tradición islámica como una de las especies creadas por Dios, junto a los hombres y los ángeles. En el segundo caso, dentro de la mitología romana, el genio es un espíritu protector de los mortales, y a cada ser humano se le asigna uno cuando nace. Actualmente el término tiene varias acepciones distintas: puede referirse a los seres imaginarios a que acabamos de referirnos, así como al carácter o forma de ser de una persona, su humor o, finalmente, a una extraordinaria inteligencia creativa e inventiva.

Los científicos se han preocupado desde hace tiempo por el estudio de las mentes superiores. En efecto, el cerebro de Albert Einstein, genio por antonomasia, fue conservado pese a que sus restos se incineraron, para estudio posterior de los científicos. Hoy sabemos que el cerebro del gran matemático y físico alemán era diferente al de los hombres promedio de su misma edad: contaba con más células cerebrales y, por tanto, necesitaba más energía para funcionar, teniendo a la vez más capacidad de procesamiento. Empero, no podemos asegurar que la estructura cerebral de Einstein haya sido única... no todos tienen o tuvieron la oportunidad de que sus cerebros fueran analizados y nada se opone a que cualquier otra persona posea similares características, aunque no necesariamente las haya usado.

Una de las teorías descollantes dentro del estudio de la inteligencia humana, es la desarrollada por el psicólogo Howard Gardner , llamada "Teoría de las Inteligencias Múltiples". Fue propuesta en un contexto de serias dificultades para definir y entender la inteligencia, tomando en cuenta que los individuos suelen exhibir diferentes talentos y capacidades para actividades distintas: los test para medir el cociente intelectual han demostrado que quienes logran , en el total, calificaciones que alcanzan la genialidad, pueden adolecer de profundas debilidades en ciertas áreas específicas de la evaluación. De acuerdo con los postulados originales, se identifican siete tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, quinestésica, musical, interpersonal e intrapersonal. Si bien la teoría ha merecido duras críticas en las comunidades científicas psicológicas y educativas, resulta interesante tomar en consideración estos puntos de vista para explicar por qué muchos grandes genios, pese a su inmensa capacidad creativa, no consiguieron alcanzar una felicidad razonable a lo largo de su existencia. Nos atrevemos a insinuar que la inteligencia en estas personas, pudo haberse desarrollado únicamente en ciertos aspectos, mientras otros quedaron rezagados.

Cuando nos adentremos en la vida de los grandes de la ciencia y el arte, descubriremos que una de las causas más comunes de su desdicha, era la dificultad para relacionarse con las demás personas. La teoría de Howard nos dice, a grandes rasgos, que la inteligencia interpersonal está relacionada con la interacción con otros individuos; la capacidad de comunicarse e identificar en los otros, emociones y estados de ánimo, así como la aptitud para desenvolverse y trabajar en grupo. Como veremos más adelante, la mayoría de nuestros genios fueron seres muy solitarios. Esta inclinación a trabajar solo, se relaciona con la inteligencia intrapersonal, que tiene qué ver con la introspección y la capacidad de reflexionar sobre uno mismo.

Por otra parte, la estadística científica indica que los trastornos sociales y emocionales, aparecen con mayor frecuencia en las personas con cocientes intelectuales mayores a 145, debido, probablemente, a los traumas sufridos durante la infancia, por la imposibilidad de compartir intereses y actividades con los demás niños. Así mismo, en la medida en que se incrementa el cociente intelectual, el número de personas que el individuo considera iguales, disminuye; provocando una consiguiente dificultad para sentirse bien en compañía, lo cual indica que los "genios", entre otras cosas, no podrían ser buenos líderes.

En una próxima entrega recorreremos la vida de trágicos y geniales personajes de la historia, comenzando por un favorito de todos los tiempos: Friedrich Nietzsche.