18 septiembre 2007

Libertinaje de prensa: atropellando los derechos humanos

A un régimen mediático no le hace falta meter en la cárcel a sus opositores, los reduce al silencio
Umberto Eco
La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón
Gabriel García Márquez

Partamos de una base jurídica: la institución del debido proceso, que limita y racionaliza el poder sancionador del Estado. La situación jurídica de inocencia es un presupuesto fundamental del debido proceso, que implica que todo ciudadano, por ser inherente a su condición humana, ostenta la calidad de inocente en todo momento de su vida, mientras no se demuestre su responsabilidad en un juicio legalmente instituido. Hay que subrayar que la situación de inocencia se mantiene durante todo el proceso, y sólo puede ser desvirtuada mediante sentencia.

Esta garantía tiene su razón de ser en la necesidad de evitar que el Estado actúe arbitrariamente, ya que en el transcurso de un proceso penal pueden vulnerarse derechos elementales del ser humano, como su libertad. Por otra parte, la situación de inocencia del reo en el proceso penal, supone que a él no le corresponde probar que es inocente, pues esa situación es una circunstancia presupuesta. Por el contrario, toca al Ministerio Público probar la culpabilidad del reo para destruir su estatus de inocencia.

Con estos antecedentes, no sorprende, pero sí indigna que los medios masivos de comunicación, siempre de propiedad de las élites de poder económico y político, se hayan convertido, con honrosas excepciones, en grandes negocios sin código de ética que atentan contra las más esenciales garantías de los ciudadanos y aún pretenden refugiarse, para poder desinformar a sus anchas, en una malentendida libertad de prensa, que no puede ser tal cuando atropella los derechos de los demás. El Observatorio de Medios, subtitulado "víctimas de la prensa", es un sitio Web ecuatoriano dedicado a la difusión de los casos de aquellas personas que, a instancias de los medios, han visto vulnerados sus derechos fundamentales y han sido sentenciados a priori por una investigación periodística irresponsable, que no cuenta con elementos de convicción como para tener la audacia de señalar con el dedo a un ser humano, que al igual que todos los ciudadanos, tiene derecho a ser juzgado en un proceso justo.

Desgraciadamente, entre nosotros, lo que aparece en la televisión no sólo se presume cierto sino que prácticamente se considera verdad absoluta. Cabe preguntarnos ¿por qué nunca caen en redes de la justicia los peces gordos de la corrupción, las vacas sagradas de la politiquería y la demagogia? No podemos dejar de sospechar que la caída en desgracia de una figura pública muchas veces esconde detrás la expiación de los crímenes de los más poderosos y la necesidad de remover las fichas políticas que ya no son útiles en un panorama que recuerda a la cosa nostra. El dinero puede comprarlo todo, y en una realidad mediatizada, incluso la verdad tiene precio.

Finalmente, recuerdo las clases secundarias de Filosofía: dudo porque pienso, pienso, por lo tanto, existo, decía Descartes. Como seres pensantes estamos obligados y además tenemos derecho a dudar siempre, para estar realmente vivos en el mar indiscriminado de información filtrada por el poder económico, usada para esclavizar y uniformar criterios a conveniencia de los titiriteros. En la diversidad está la verdad y en la facultad de cuestionar, la libertad legítima.