19 febrero 2012

Un padre feminista

Hoy hacen dos años desde que me casé con Svein. Svein es inteligente, generoso e íntegro. Svein es feminista pero no lo sabe. En su país de origen la equidad de género es un estándar, es lo común, lo anticipado. Yo soy feminista, pero él no lo sabe. En su país de origen yo resultaría conservadora y tradicional. Nórdico él, andina yo, hemos recorrido caminos diferentes que coincidieron en un punto insospechado y se convirtieron en un proyecto de vida en equipo. Luego vino Adrian, y llenó nuestro pequeño paisaje de nuevas preguntas e inesperadas respuestas, poniéndonos a prueba en nuestra capacidad de liderar, decidir, enseñar y acompañar.

El otro día, en la juguetería, vimos una bonita cocina de plástico con su horno, sartenes y lavabo. Pensamos que sería un gran juguete para nuestro hijo. Coincidir en esta idea no sólo fue agradable sino que reveló una decente libertad de estereotipos alcanzada por ambos -alcanzada por mí  y por él conservada- en la vida.

El otro día, reímos al darnos cuenta de que no sabemos a qué signo del zodíaco pertenece nuestro hijo. Tal vez hemos alcanzado una decente libertad de mitos y supercherías. A Adrian nadie lo va a bautizar hasta que él mismo, si acaso, llegue a tomar la decisión de afiliarse a algún grupo religioso, político o de otra clase.

Svein ayuda de verdad. Cambia a su hijo, lo cuida, lo lleva de paseo, entra con él a la piscina en las clases de natación y le ha enseñado a dormir toda la noche. Le lee cuentos tradicionales de su país. Le canta en noruego y le da de comer con una sonrisa en los labios. Svein es el papá de Adrian, no es un extraño que aparece sólo al final del día y que no puede resolver los cotidianos dilemas de un bebé de cinco meses, sin la presencia de la madre.

Svein está orgulloso de mis modestos logros y se esfuerza por darme el espacio que necesito para trabajar. Svein me habla suavemente, me da ánimos, sabe hornear deliciosos pasteles y galletas y procura ponerse en mis zapatos cuando analizamos nuestros problemas. Svein camina a mi lado, no delante ni detrás.

Svein es trabajador. En su oficina es indispensable y asombra a sus clientes por su amabilidad, agilidad y disciplina. En una ciudad que muy poco tiene en común con los lugares en que él había habitado antes, ha logrado adaptarse a la vida laboral y social hablando un español muy correcto, aunque siempre matizado con un acento especial, perfectamente aceptable cuando resulta ser su séptima lengua.

Yo admiro a Svein. Los verdaderos héroes en este mundo son esas personas que van por la vida de buena fe. Esos que se levantan temprano y trabajan con el designio de hacerle la vida más fácil a sus semejantes. Esos que no se han dejado absorber por los elementos alienadores que ofrece hoy el mundo. Esos que luchan cada día por ser más tolerantes y dejar atrás cualquier traza de discriminación, sea por género, por raza, por orientación sexual, por pertenencia a una especie o por cualquier otro factor. Esos que no se llenan la boca de palabras vacías y simplemente viven lo mejor que pueden, tratando de tener coherencia entre lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen. Ellos son los héroes. Svein es mi héroe y, un día, seguro, escucharé a Adrian decir lo mismo, en palabras pequeñitas y agudas, llenas de admiración.