22 agosto 2007

Benedicto XVI, el reaccionario mejor vestido

Ratzinger, el auténtico inquisidor de la Teología de la Liberación, comenzó a decapitar, ya desde el tiempo en que fue colaborador de Juan Pablo II, todo germen de vida intelectual en las filas de la Iglesia, en las que se gestaba un nuevo Evangelio de los pobres, una Iglesia más cercana al pueblo. Desde la derecha católica, con un perfil neo-conservador, el alemán iba construyendo una muralla hermética y autoritaria, un cerco de la verdad en el que la salvación se convirtió en propiedad privada de la Iglesia romano-centrista.
Miembro de las Juventudes Hitlerianas en su adolescencia, hoy en día no hay gira internacional en la que no genere controversias a través de sus declaraciones, desde su referencia innecesaria al emperador bizantino Manuel II, quien se refiriera despectivamente a Mahoma; luego en Brasil, afirmaba que los procesos evangelizadores en las Américas conquistadas no significaron alienación de las culturas precolombinas ni imposición de una cultura extraña... nos preguntamos si el Pontífice, que además de dominar seis lenguas y leer griego antiguo y hebreo, toca el piano a la perfección, tiene un buen asesor en Historia Universal.

La creación en unos casos y el reestablecimiento, en otros, de medidas arcaicas, tales como la prohibición de comunión a los divorciados y la recuperación de la llamada "Misa Tridentina" que el sacerdote pronuncia de espaldas a los fieles, en latín, con pasajes en griego y hebreo e incluye una serie de oraciones por el perdón de los "infieles", que resultan ofensivas para judíos y otros grupos no católicos; evidencian la disolución efectiva de lo que fue el Concilio Vaticano II; es decir, el retorno de rituales e instituciones que en su momento se consideraron caducas.
Desde el desapasionado punto de vista de la neutralidad religiosa, consideramos que las posturas excesivamente conservadoras, en especial si se trata de líderes espirituales tan influyentes sobre los rebaños que guían, no son sino instrumentos de poder y dominación que inmovilizan a las masas de acuerdo con los intereses, una vez más, económicos y políticos de aquellos sectores privilegiados que siempre buscan mantenerse en la cúspide. La revista masculina Esquire eligió al Papa el mejor portador de accesorios del año, gracias a sus zapatos rojos de cuero. Ignoro el avalúo de dichos artículos, pero se me viene a la mente el voto de pobreza de los sacerdotes y algunas imágenes de pies descalzos de niños en abatidos pueblos de la costa ecuatoriana.